La aridez es un fenómeno climático de largo plazo que representa un déficit pluviométrico permanente, siendo definido usualmente en términos de baja precipitación promedio o baja disponibilidad de agua[2]. Está ligado a otras condiciones climáticas específicas, como temperaturas elevadas, baja humedad de aire y fuerte evaporación[2].
Es importante diferenciar la aridez de los términos sequía y desertificación, los cuales se suelen confundir pero representan fenómenos distintos. Mientras la aridez corresponde a un fenómeno climático de largo plazo, la sequía corresponde a un fenómeno climático de corto plazo, resultado de un déficit pluviométrico temporal con relación a la precipitación normal[2]. De esta forma, la sequía es percibida como un hecho incidental, mientras que la aridez se vuelve característica de una zona geográfica. Por otro lado, la desertificación corresponde a un proceso de degradación de la tierra en zonas áridas, semiáridas y subhúmedas secas, derivada fundamentalmente de los efectos negativos de diversos factores, tales como las variaciones climáticas y las actividades humanas[2].