La calabaza o ahuyama (Pa, RD, Co, Ve)[1] es una baya de cáscara dura. Es el fruto de las cucurbitáceas (del género Cucurbita) y es un fruto de tipo pepónide. Algunos autores también incluyen a los frutos del género Lagenaria, y a los frutos de las plantas de la familia de las bignoniáceas, como los "árboles de calabazas" Crescentia y Amphitecna. Las calabazas se encuentran tanto de manera silvestre como cultivada. Las calabazas, incluidas las silvestres, son de tamaño grande, de más de 5 cm de diámetro.[2] Presentan una gran variedad de formas, tamaños, texturas, sabores y colores. Los frutos se pueden cosechar tanto maduros como inmaduros, dependiendo del uso final que se le de al fruto.[3]
Las diferentes variedades, tanto cultivadas como silvestres, proveen una gran cantidad de usos para las personas. La cáscara de la calabaza, una vez vaciada y curada, se puede utilizar con fines ornamentales, para la fabricación de utensilios y artesanías y de instrumentos musicales. El contenido del fruto maduro se utiliza con fines gastronómicos, tanto para la preparación de platos como para la fabricación de bebidas, incluyendo bebidas alcohólicas. Las semillas son comestibles y se utilizan en platos dulces y salados. Distintas partes del fruto y la planta se utilizan con fines medicinales y cosméticos, como la producción de jabón.
La calabaza está distribuida globalmente, y generalmente se encuentra en regiones cálidas a templadas. Las calabazas fueron inicialmente dispersadas por megamamíferos y roedores. Algunas variedades, como el fruto de la asiática Benincasa hispida, parece haber sufrido eventos de dispersión transoceánica.[4]
El término «calabaza» es de origen hispánico y se usa de manera genérica para definir a una gran variedad de frutos de las cucurbitáceas, como los calabacines, los zapallos, los zucchinis, los zapallitos, el ayote, el pipián, el auyama y el butternut. Varios de estos términos tienen un origen etimológico en voces indígenas.
<ref>
no válida; no se ha definido el contenido de las referencias llamadas dispersión megafauna