Cinco llagas de Jesucristo

Francisco Ribalta, Abrazo de san Francisco al crucificado, Museo de Bellas Artes de Valencia

Cinco llagas de Jesucristo (o plagas en versiones arcaizantes) es una expresión devocional que hace referencia a las cinco heridas que recibió Jesús en su crucifixión. Estando vivo le fueron infligidas las perforaciones de ambas manos y pies practicadas por los clavos que lo asieron a la cruz; y una vez muerto y como modo de asegurarse de su fallecimiento, recibió una herida en el costado derecho, practicada con una lanza que le atravesó el tórax.[1]

Teológicamente, el culto a las llagas recuerda la dimensión humana de Cristo al mostrarlas como emblema de su sufrimiento. Vinculan a Jesús con el Antiguo Testamento, ya que lo presentan como el cordero llevado al matadero de la profecía de Isaías.

  1. Era el día de la Preparación de la Pascua. Los judíos pidieron a Pilato que hiciera quebrar las piernas de los crucificados y mandara retirar sus cuerpos, para que no quedaran en la cruz durante el sábado, porque ese sábado era muy solemne. Los soldados fueron y quebraron las piernas a los dos que habían sido crucificados con Jesús. Cuando llegaron a él, al ver que ya estaba muerto, no le quebraron las piernas, sino que uno de los soldados le atravesó el costado con la lanza, y en seguida brotó sangre y agua. [Jn 19,31-34]