El cirujano de hierro fue una expresión ambigua acuñada por Joaquín Costa, autor y político regeneracionista, tras la crisis del 98, para referirse a la figura encargada de curar los males de España.
La propuesta del cirujano costiano quedó recogida por primera vez en su obra Oligarquía y caciquismo como forma actual de gobierno en España: urgencia y modo de cambiarla,[1] publicada en 1902:
(...) Esa política quirúrgica, repito, tiene que ser cargo personal de un cirujano de hierro, que conozca bien la anatomía del pueblo español y sienta por él una compasión infinita (...)Joaquín Costa (1902). Oligarquía y caciquismo como forma actual de gobierno en España: urgencia y modo de cambiarla.[2]
Esta figura, que debería presentar cualidades fundamentalmente espirituales,[3] sería el encargado de llevar a cabo una política encaminada a eliminar el caciquismo al margen del Parlamento para ayudar a mejorar al país,[4] una suerte de dictador benévolo.[5] La figura podría ser entendida como una versión española del superhombre nietzscheano.[6] Producto del desengaño de Costa con el sistema político de la Restauración, la apelación al cirujano se sitúa en el marco de su progresiva radicalización política.[7] Costa se defendió de las críticas recibidas sosteniendo que el cirujano de hierro no tenía que ser identificado necesariamente con un dictador.[8]
Las ideas de Costa fueron un motivo recurrente en los escritos de Miguel Primo de Rivera, que se veía a sí mismo como el cirujano de hierro,[9] incorporándose al mensaje del discurso regeneracionista difundido por el Directorio Militar de la dictadura.[10] La postura de Costa, que llegó a ser identificada por Enrique Tierno Galván como protofascista,[11] guardaría en cambio según Sebastian Balfour más relación con el liberalismo decimonónico de índole pretorianista que con los totalitarismos del siglo xx.[12]