La columna eruptiva es el chorro de gas que anuncia el comienzo de una erupción volcánica. Se trata de un chorro emitido a gran velocidad, de temperatura elevada y que alcanza una altura de entre 5 y 40 km. Las columnas eruptivas transportan fragmentos de roca denominados tefra o piroclastos, y cenizas, en ascenso diabático. Una vez formada, la columna puede colapsarse produciendo flujos piroclásticos que descienden por las barrancas y cañadas del volcán.
La altura de una columna eruptiva está determinada por la temperatura del material expelido y por la tasa de emisión del mismo.
Estructuralmente, una columna eruptiva está formada por una zona inferior de empuje por gases y de una zona superior convectiva. El ascenso de la columna es continuo por convección hasta que su densidad es igual a la de la atmósfera circundante, tras lo que sufre una expansión lateral; no obstante, debido a la inercia, también sigue ascendiendo y termina por formar una nube en forma de paraguas que ayuda a la dispersión de las tefras o piroclastos, aunque normalmente terminan por caer en un radio de unos 5 km. alrededor del volcán. Asimismo, los vientos actúan sobre las cenizas más finas y las transportan en la dirección en que soplan con una velocidad de acuerdo con su intensidad. Así se forma una nube de cenizas que puede desplazarse hasta miles de kilómetros.