Cristo muerto, o Cristo yacente, son las denominaciones habituales de un tema muy frecuente en el arte cristiano, tanto en pintura como en escultura.
Se caracteriza por centrarse en la representación del cuerpo muerto de Cristo; motivo correspondiente a la escena evangélica del momento posterior a la Crucifixión y el Descendimiento y previo o simultáneo a la Deposición o Entierro de Cristo (después del entierro, el cuerpo está totalmente cubierto por la síndone, y el tipo de representación habría de ser otro, aunque es muy habitual denominar indistintamente a ambas tipologías como Cristo en la tumba). Esta convención artística permite a pintores y escultores el desarrollo de asuntos de especial valor plástico: la anatomía de un desnudo masculino parcial en una postura determinada (el decúbito supino o variantes) y con la necesidad de representar con mayor o menor realismo la inmovilidad, el rigor mortis y las heridas; el tratamiento de los pliegues de la tela (el sudario o síndone) y el especial valor cromático de las carnaciones y el blanco (un no color), etc. El aspecto devocional es muy importante, siendo muy aludida la contemplación de escenas semejantes en la mística, especialmente en la escuela ascética española.
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