Las dioxinas es el nombre genérico de una familia de compuestos organoclorados extremadamente tóxicos que se producen, de forma no deseada, a partir de procesos de combustión o de determinados procesos de producción en los que está implicado el cloro.[1][2] Todas tienen en común la estructura de dibenzo-p-dioxina (DBD), diferenciándose entre ellas por el número de sustituyentes de cloro y por la posición de estos. En total, existen setenta y cinco dioxinas diferentes. Estos compuestos, son muy poco solubles en agua y su solubilidad se hace todavía menor cuanto mayor es el número de átomos de cloro en la molécula.[3] Similares en estructura, reactividad, origen y toxicidad son los policlorodibenzofuranos (PCDF) sustancias que, a menudo, se estudian junto con las dioxinas. Debido a la baja reactividad de las dioxinas, a la fácil acumulación en cuerpos grasos de animales y plantas y a la fácil acumulación en suelos, estos compuestos se consideran contaminantes ambientales persistentes. Las dioxinas se encuentran en el medio ambiente por todo el mundo y debido a su persistencia se van acumulando a lo largo de la cadena alimentaria, principalmente en el tejido adiposo de los animales por su solubilidad en las grasas. Los productos de origen animal son los mayores contribuyentes a la ingesta de dioxinas por los humanos.[4][5]