Los fariseos (en hebreo: פְּרוּשִׁים, romanizado: Pərūšīm) fueron un grupo o movimiento político social y religioso judío. También existía una escuela de pensamiento judía asociada a los fariseos en la Tierra de Canaan durante el tiempo del judaísmo del Segundo Templo (c. 587 a. C-70 d. C.). Tras el sitio de Jerusalén y la destrucción del Segundo Templo en el año 70 d. C., el movimiento fariseo evolucionó para convertirse en la base litúrgica y ritual del judaísmo rabínico.
Los fariseos definían que su movimiento nació en el período de la cautividad babilónica (587-536 a. C.). Algunos sitúan su origen durante la dominación persa y los consideraban sucesores de los asideos y precursores del judaísmo rabínico. Conflictos entre fariseos y saduceos tuvieron lugar en el contexto de conflictos sociales y religiosos más amplios y longevos entre judíos, que se vieron empeorados por la conquista romana. Uno de tales conflictos era cultural, entre aquellos que estaban a favor de la helenización (los saduceos) y aquellos que se le oponían (los fariseos). Otro conflicto era jurídico-religioso, entre quienes enfatizaban la importancia del Templo de Jerusalén con sus ritos y cultos, y quienes enfatizaban la importancia de las otras leyes mosaicas. Un punto de conflicto específicamente religioso tenía que ver con interpretaciones diferentes de la torá y cómo debía aplicarse a la vida judía contemporánea, en donde los saduceos reconocían exclusivamente a la torá escrita y rechazaban a los Profetas, los libros sapienciales, y doctrinas tales como la Torá oral o la resurrección de los muertos.
Flavio Josefo, de quien muchos historiadores creen que era fariseo, calculó la población de fariseos antes de la caída del Segundo Templo en alrededor de 6000.[1]Afirmó que la influencia de los fariseos sobre la gente del común era tanta que cualquier cosa que dijeran contra el rey o contra el sumo sacerdote era creída,[2]en contraste al parecer con los saduceos más de élite, que constituían la clase alta. Los fariseos argumentaban autoridad mosaica para sus interpretaciones[3] de la ley religiosa judía, mientras que los saduceos representaban la autoridad de los privilegios sacerdotales y prerrogativas sacerdotales establecidas desde los tiempos de Salomón, cuando Sadoc, su ancestro, oficiaba como sumo sacerdote.
Los fariseos son conocidos especialmente por su relación con los orígenes del cristianismo, habiendo numerosas referencias a ellos en el Nuevo Testamento. En los Evangelios, por ejemplo, se postula la existencia de conflictos entre aquellos y Juan el Bautista y Jesús de Nazaret. El Nuevo Testamento plantea asimismo que Pablo de Tarso era fariseo antes de convertirse al cristianismo. Si bien se mencionan las hostilidades entre los fariseos y Jesús, también mencionan a fariseos que creían en él, incluyendo a Nicodemo, quien dijo que se sabía que Jesús era un maestro enviado por Dios,[4]José de Arimatea, que era un discípulo,[5] y un número desconocido de «algunos de la secta de los fariseos, que habían abrazado la fe»[6]entre ellos Pablo, quien advirtió al Sanedrín que oponerse a los discípulos de Jesús podía resultar equivalente a oponerse a Dios mismo.[7]