Guerra medieval

La batalla de Agincourt (1415). Las batallas campales no eran muy usuales en la guerra medieval, pues, como es el caso de Agincourt, solían suponer la destrucción del ejército perdedor.

Por guerra medieval se entiende el tipo de guerra librado en el período histórico de la Edad Media, definida por las características propias del tipo de enfrentamientos librados en esta época, basados en el control de plazas fuertes. La visión tradicional de las guerras europeas de la Edad Media sostenía que los caballeros eran los dueños de los campos de batalla. Estos se lanzarían a la carga diezmando y arrollando a la infantería campesina que encontraban a su paso, mientras sus afines corrían a su encuentro para decidir el resultado del enfrentamiento.

Según esta versión, el poder de los jinetes acorazados a caballo habría acabado cuando la infantería, gracias a las armas de fuego y a las técnicas de formaciones compactas de piqueros y alabarderos, recobró su poder en la batalla. Esta visión, alimentada por el arte y las crónicas de la época, mostraba a los nobles combatiendo a caballo e ignorando a los plebeyos y campesinos que luchaban a pie. Todo esto ha demostrado ser falso, pues las tropas de infantería eran una parte importante de los ejércitos medievales. Estas tropas luchaban cuerpo a cuerpo y a modo de tropas de artillería (con arcos, ballestas y más tarde con pistolas). La infantería jugaba un papel crucial en los asedios contra posiciones fortificadas.

Las guerras medievales se resumen en asedios y guerra de desgaste. Esta última variante, consistente en operaciones de pillaje llamadas cabalgadas, algaradas o algaras, lograba objetivos tan variados como el debilitamiento y la desestabilización política de los rivales, ganancias de botín, abastecimiento de tropas, etc. Los enfrentamientos entre ejércitos en campo abierto eran infrecuentes. Eran más comunes y decisivas las maniobras para tomar castillos y ciudades mientras se evitaban batallas que supusieran pérdidas elevadas. Los soberanos llegaron incluso a prohibir a sus ejércitos entablar batallas que pudiesen resultar decisivas.[1]​ En las pocas ocasiones en que podía tener lugar una batalla campal, resultaba probable que la victoria fuera para el bando que hiciera mejor uso de los componentes principales del ejército medieval: la tropa de infantería, la caballería y los arqueros junto con la primitiva artillería. Otros factores de importancia eran la moral, el liderazgo del capitán, la disciplina y la táctica, así como el conocimiento del terreno.

  1. Contamine, Ph.:La Guerra en la Edad Media, Labor, Barcelona, 1984, p. 286.