La historia de Rusia empieza con la llegada de los primeros eslavos orientales, el grupo étnico del que posteriormente derivarían los rusos, ucranianos y bielorrusos.
Con la unificación que realizó en el 867 Oleg de Nóvgorod,[1] del norte (Nóvgorod) y el sur (Kiev), se dio origen al primer estado eslavo oriental, la Rus de Kiev. Ya en el 944 el hijo de Oleg, Ígor de Kiev, intentó una frustrada incursión contra Constantinopla, aunque propició un tratado comercial con el Imperio bizantino. La influencia de dicho imperio se reveló en la cristianización de la Rus de Kiev, comenzando así la fusión entre las culturas eslava y bizantina que caracterizaría la rusa durante los siguientes siete siglos. La Rus de Kiev se desintegraría finalmente en varios principados que competirían entre sí por figurar como herederos de su civilización y por el predominio territorial en la zona y que acabaron bajo dominio mongol.
Tras el siglo XIII, el Principado de Moscú llegó progresivamente a dominar el antiguo espacio cultural. Llegado el siglo XVIII, el Zarato ruso había llegado a convertirse en el vasto Imperio ruso, abarcando desde Polonia hasta el océano Pacífico. La expansión hacia el Oeste avivó la conciencia rusa de atraso con respecto a los países europeos y acabó con el aislamiento de los primeros tiempos. Los sucesivos regímenes del siglo XIX respondieron a dichas presiones con una combinación de reformismo tímido y represión. La servidumbre en Rusia fue abolida en 1861, pero en unos términos desfavorables para el campesinado y sirvió para incrementar las presiones revolucionarias. Entre la abolición de la servidumbre y el comienzo de la Primera Guerra Mundial en 1914, las reformas de Piotr Stolypin, la constitución de 1906 y la Duma Imperial de Rusia introdujeron notables cambios en la economía y la política del país, sin embargo, los zares no estuvieron a la altura de las circunstancias para ceder poder autoritario. El último monarca, el zar Nicolás II, reinó hasta 1917.
La inminente derrota militar en la Primera Guerra Mundial y la escasez de comida allanaron el camino primero a la Revolución de Febrero de 1917, que acabaría con la monarquía de la dinastía Románov, y luego a la Revolución de Octubre, que colocó en el poder a los bolcheviques dirigidos por Vladímir Lenin. Tras llegar al poder, los bolcheviques, en enero de 1918, disolvieron la Asamblea Constituyente Rusa que había sido democráticamente elegida en noviembre de 1917. Este hecho desencadenó una guerra civil que se prolongó hasta 1923.
Entre 1922 y 1991, la historia de Rusia es esencialmente la Historia de la Unión Soviética, un Estado federal que ocupó una extensión territorial similar a la del antiguo Imperio ruso. La Unión Soviética se configuró como un Estado socialista de partido único bajo la dirección del Partido Comunista, aboliéndose la propiedad privada de los medios de producción e instaurándose un sistema de economía planificada. Asimismo, el 20 de agosto de 1918, mediante un decreto del Comité Ejecutivo Central Panruso, fue abolida la propiedad privada de los bienes inmuebles en las ciudades.[2] A finales de los años 1980, siendo crítica la debilidad de su estructura económica y política, ciertos cambios en la ejecutiva del partido y en la economía marcaron el fin de la Unión Soviética.
La Historia de la Federación de Rusia propiamente dicha es corta, remontándose su nacimiento a la disolución de la Unión Soviética a fines 1991. Sin embargo, Rusia ha existido como Estado durante más de mil años, siendo durante gran parte del siglo XX el núcleo de la URSS, del que Rusia es sucesor legítimo y legal en la escena internacional.
Rusia intentó construir una economía de mercado mediante el abandono de la planificación centralizada y la propiedad estatal y cooperativa que constituían la base de la organización económica soviética, con resultados frecuentemente traumáticos. A pesar de los vaivenes, Rusia todavía conserva hoy una continuidad cultural y social con su pasado zarista y luego socialista. Permanece la incógnita de cómo evolucionarán sus nuevas instituciones federales con el paso del tiempo, pues el poder ejecutivo continúa manteniendo gran influjo sobre el parlamento, los gobiernos regionales y la sociedad civil en general.