El lavado de cerebro, también conocido como control mental, persuasión coercitiva, reforma del pensamiento, adoctrinamiento o reeducación, es el concepto de que la mente humana puede ser alterada o controlada por ciertas técnicas psicológicas,[1] y consiste en la aplicación de diversas técnicas de persuasión, sean coercitivas o no, como la concesión selectiva de recompensas o dádivas.[2] Se dice que el lavado de cerebro reduce la capacidad del sujeto para pensar críticamente o de forma independiente, para permitir la introducción de nuevos pensamientos e ideas no deseados en sus mentes, así como para cambiar sus actitudes, valores y creencias.[3][4]
Mediante esta estrategia psicológica, el domante obliga someter sus creencias, conducta, pensamientos y comportamiento a un individuo o sociedad, con el propósito de ejercer sobre ellos reconducciones o controles políticos, morales o de cualquier otro tipo.
El término lavado de cerebro fue utilizado por primera vez en inglés por Edward Hunter en 1950 para describir cómo el gobierno chino parecía hacer que la gente cooperara con ellos durante la Guerra de Corea. La investigación sobre el concepto también analizó la Alemania nazi, algunos casos penales en los Estados Unidos y algunas acciones de traficantes de personas. A fines de la década de 1960 y 1970, los experimentos MKUltra de la CIA fallaron sin el uso operativo de los sujetos que se esperaba, mientras siguió el debate científico y legal, y la atención de los medios sobre la posibilidad de que el lavado de cerebro fuera un factor importante cuando se usaba dietilamida del ácido lisérgico (LSD)[5] o durante la conversión de personas a grupos que se consideraban sectas.[6]
En el lenguaje informal, la expresión lavado de cerebro también se emplea en un sentido figurado para describir el uso de la propaganda en la cultura para persuadir o influir en la opinión pública. No ha de confundirse el concepto de lavado de cerebro con el de lobotomía, la cual es una operación quirúrgica del cerebro.