El lictor (en plural, lictores) era un funcionario público que durante el periodo republicano de la Roma clásica se encargaba de escoltar a los magistrados curules, marchando delante de ellos, e incluso de garantizar el orden público y custodia de prisioneros, desempeñando funciones que hoy se podrían identificar con la policía.[1]
Los lictores debían ser ciudadanos romanos de pleno derecho, aunque el sueldo y la condición social del cargo debieron de ser más bien escasos. El oficio de los lictores consistía sobre todo en ejecutar a los reos cuando estos eran ciudadanos romanos. Los extranjeros y los esclavos eran castigados por mano del verdugo (carnifex). Los lictores precedían también probablemente a la ejecución de los juicios dictados en materia civil. Además, avisaban a los que encontraban por los caminos para que prestasen el homenaje debido a los magistrados a quienes precedían, homenaje que consistía en echar pie a tierra los que iban a caballo y en apartarse y descubrirse la cabeza los peones.[2]
De origen etrusco, eran los portadores simbólicos del imperium, es decir, de los derechos y prerrogativas inherentes a una autoridad concreta, constituyendo uno de los elementos más característicos del simbolismo constitucional romano. El derecho a ser escoltado pasó de los reyes a los magistrados con imperium.
Fuera de Roma, los lictores vestían túnica escarlata, ceñida por un ancho cinturón de cuero negro claveteado con latón, y portaban sobre el hombro izquierdo un haz de varas (fasces), en el que se encontraban insertas una o dos hachas, lo que simbolizaba la capacidad del magistrado cum imperio para castigar y ejecutar. En cambio, cuando se hallaban dentro del pomerium (la frontera sagrada de la ciudad de Roma), los lictores vestían toga blanca y fasces sin hachas, simbolizando la limitación del poder, pues no podían ejecutar a ningún ciudadano (aunque sí azotar).
Si bien se desconoce su número total, muy posiblemente fueran dos o tres centenares. Se hallaban agrupados y organizados en un colegio o agrupación, dentro de la cual se organizaban en decurias con un prefecto al mando de cada una y varios presidentes por encima de los prefectos.
El número de lictores indicaba el grado del imperium: el dictador tenía 12 (24 a partir de Sila) y la potestad para llevar hachas dentro del pomerium; los cónsules y procónsules, 12; pretores y propretores, 6; ediles curules, 2. El último lictor de la fila que acompañaba al magistrado en cuestión era el proximus lictor, y solía ser un hombre de confianza. Además, el flamen dialis era también acompañado por el lictor.
En un principio los lictores eran escogidos entre las clases inferiores del pueblo (plebs); pero más tarde parece que este empleo perteneció generalmente a los emancipados, probablemente a esclavos antiguos del magistrado y adictos a él. Los lictores pertenecían casi exclusivamente a los primeros magistrados de la república. Sin embargo, algunas veces se otorgaba esta escolta honorífica a ciertas personas ya como muestra de respeto, ya como protección. Así vemos que una ley de los triunviros ordenó que las vestales no saliesen sin ir acompañadas de un lictor y también se concedió uno o dos lictores a las mujeres de la sangre imperial.[2]
También había otros lictores, en número de treinta, que se llamaban lictores curiati, los cuales tenían por oficio llamar al pueblo a los comicios por curias, y cuando estas asambleas no fueron ya más que una formalidad o poco más, los treinta lictores representaban en ellos los sufragios del pueblo.[2]