Misticismo

Liber Divinorum Operum, o el hombre universal de santa Hildegarda de Bingen, 1185 (copia del siglo XIII).

La mística (del verbo griego myein, ‘encerrar’, de donde mystikós, ‘cerrado’ y, por extensión, ‘arcano‘ o ‘misterioso’) designa un tipo de experiencia muy difícil de alcanzar en que se llega al grado máximo de unión del alma a lo sagrado durante la existencia terrenal. Se da en las religiones monoteístas (zoroastrismo, judaísmo, cristianismo, Islam), así como en algunas politeístas (hinduismo) y en religiones no teístas (budismo), donde se identifica con un grado máximo de perfección y conocimiento.

Según la teología, la ascética ejercita al espíritu para la perfección, a manera de una propedéutica (etapa de preparación) para la mística, mediante dos vías o métodos: la purgativa y la iluminativa, mientras que la mística, a la cual solo pueden acceder unos pocos, añade a un alma perfeccionada por la gracia divina o por el ejercicio ascético la experiencia de la unión directa y momentánea con Dios, que solo se consigue por la vía unitiva, mediante un tipo de experiencias denominadas visiones o éxtasis místicos, de los que son propios una plenitud y conocimiento tales que son repetidamente caracterizados como inefables por quienes acceden a ellos.

El misticismo está generalmente relacionado con la santidad (Rudolf Otto en su obra Das Heilige, "Lo santo", 1917, lo denomina "lo numinoso": una «experiencia no racional y no sensorial o un presentimiento cuyo centro principal e inmediato está fuera de la identidad»). En el caso del cristianismo puede ir acompañado de manifestaciones físicas sobrenaturales denominadas milagros, como por ejemplo los estigmas y los discutidos fenómenos parapsicológicos de bilocación y percepción extrasensorial, entre otros. Por extensión, mística designa además el conjunto de las obras literarias escritas sobre este tipo de experiencias espirituales, en cualquiera de las religiones que poseen escritura.

El misticismo, común a las tres grandes religiones monoteístas, pero no restringido a ellas (hubo también una mística pagana, por ejemplo), pretende salvar ese abismo que separa al hombre de la divinidad para reunificarlos y acabar con la alienación que produce una realidad considerada injusta, para traer, en términos cristianos, el Reino de los Cielos a la Tierra. Los mecanismos son variados: bien mediante una lucha meditativa y activa contra el ego (budismo) o nafs como en el caso del sufismo musulmán, bien mediante la oración y el ascetismo en el caso cristiano, o bien a través del uso de la cábala en las corrientes más extendidas del judaísmo.