La modestia es la cualidad de la persona modesta, que no tiene ni muestra una alta opinión de sí misma. Entre los clásicos fue considerada una virtud y se relacionó con la humildad o la ausencia de vanidad o engreimiento, la ostentación y la soberbia.[1][2]
En la iconografía ha sido presentada como una joven vestida de blanco, con la mirada baja y «un ojo entornado», que en algunos casos sostiene un cetro. Se simboliza con el emblema de la violeta.[3] Puede aparecer como sinónimo de moderación, sencillez y humildad, y antónimo de la falsa modestia, la ostentación, la soberbia y la vanidad.[4]
Tradicionalmente, la norma social recomienda en el individuo modesto evitar la excesiva atención personal, con medida y limitación tanto en acciones como actitudes, lo que hace que en ocasiones la modestia se confunda con la timidez o la simpleza de ánimo. Ha sido considerada de manera alternativa como virtud antigua asociada a la humildad, pero enfrentada con la autoestima.[cita requerida]
Juan de Mairena, apócrifo de Antonio Machado, recomendaba a sus imaginarios alumnos: «Sed modestos: yo os aconsejo la modestia, o, por mejor decir: yo os aconsejo un orgullo modesto, que es lo español y lo cristiano. Recordad el proverbio de Castilla: "Nadie es más que nadie". Esto quiere decir cuánto es difícil aventajarse a todos, porque, por mucho que un hombre valga, nunca tendrá valor más alto que el de ser hombre. Así hablaba Mairena a sus discípulos. Y añadía: ¿Comprendéis ahora por qué los grandes hombres solemos ser modestos?».[5]