El nombre oficial[1] de los antiguos romanos se formaba a partir de una combinación de nombres personales y familiares, conocida como la tria nomina, compuesta del praenomen, el nomen gentile y el cognomen, además de la filiación [2]y la tribu. También se pueden encontrar otros elementos adicionales, como los supernomina, nombres añadidos, con dos elementos, el agnomen o sobre nombre y el signum, el polinomina, con el uso de varios cognomina, y la origo, [3]indicador de procedencia u origen, usado hasta la época de los Severos.
Los nombres propios entre los romanos se otorgaban a las niñas el octavo día después del nacimiento y el noveno a los niños. Este día era denominado dies lustricus y en él, el recién nacido era legitimado por su padre ante el hogar doméstico; esto se realizaba mediante la ceremonia de alzar al recién nacido del suelo (tollere filium) y tomarlo en brazos. En ese momento, tras purificarlos (lustrare), a los niños se les daba el praenomen, equivalente a nuestro nombre de pila, siempre coincidente con el de alguno de sus antepasados; a las niñas se les daba su nomen, siempre coincidente con el de su clan (gens). Por ejemplo, las niñas de la gens Julia se llamaban todas «Julia» y «Cornelia» las de la gens Cornelia. Para distinguirlas, se añadían las palabras minor, maior, tertia... según su orden de nacimiento.
La fórmula onomástica es lo que diferenciaba a las personas y les definía como romanos, además de su estatus jurídico, mostrando si era libre[4], esclavo o liberto, mediante la indicación de la filiación en el caso de los libres, o de la indicación del patrono en el caso de los esclavos o libertos. Por ello, esta fórmula sólo se aplica a los ciudadanos romanos hombres (ingenui), y las mujeres (aunque fuesen ciudadanas), los esclavos, libertos y extranjeros poseían una fórmula onomástica diferente.
Cabe destacar que el sistema onomástico fue evolucionando con el paso del tiempo. Ejemplo es que el año 212 d. C.., cuando salió la Constitutio Antoniana y se concedió la ciudadanía a todos los habitantes libres del imperio, la nomenclatura pasó a ser según el rango social. Así fue que muchos ciudadanos se incluyeron en el sistema de la tria nomina, siendo su cognomen indígena. Es también en el Bajo Imperio cuando se oficializó el cristianismo, y con ello, se expandieron cognomina de tipo cristiano o bíblico.