El papado bizantino fue un periodo de dominación bizantina del papado romano desde el año 537 hasta el 752, en el que los papas requerían la aprobación del emperador bizantino para la consagración episcopal, y muchos papas eran elegidos entre los apocrisiarii (enlaces del papa con el emperador) o los habitantes de Grecia, Siria o Sicilia, gobernados por los bizantinos. Justiniano I conquistó la península itálica en la Guerra Gótica (535-554) y nombró a los tres papas siguientes, una práctica que continuarían sus sucesores y que más tarde se delegaría en el Exarcado de Rávena.
Con la excepción de Martín I, ningún papa de este periodo cuestionó la autoridad del monarca bizantino para confirmar la elección del obispo de Roma antes de que se produjera la consagración; sin embargo, los conflictos teológicos eran habituales entre el papa y el emperador en ámbitos como el monotelismo y la iconoclasia.
Los griegos de Grecia, Siria y Sicilia sustituyeron a los miembros de la poderosa nobleza romana en la silla papal durante este periodo. Roma bajo los papas griegos constituía un «crisol» de tradiciones cristianas occidentales y orientales, que se reflejaba tanto en el arte como en la liturgia.[1]