La pintura al temple, también conocida como témpera,[1] es una técnica de pintura en la que el disolvente del pigmento es el agua y el aglutinante (también denominado temple o engrosador) algún tipo de grasa animal, glicerina, yema de huevo, caseína, otras materias orgánicas o goma.[2] Históricamente, la pintura al temple es característica de la Edad Media europea, una técnica muy utilizada en los estilos románico y gótico en el occidente europeo, y también en los iconos bizantinos y ortodoxos, en Europa Oriental.