Las plantas no vasculares son aquellas que carecen de un sistema vascular formado por xilema y floema. En su lugar, pueden poseer tejidos más simples que tienen funciones especializadas para el transporte interno de agua. Tampoco producen semillas ni flores. Por lo general, sólo alcanzan una altura de uno o dos centímetros, ya que carecen del tejido leñoso necesario para sostenerse en tierra.[1]
Las hepáticas de hoja tienen estructuras llamadas filodios que se parecen a las hojas, pero que sólo consisten en láminas simples de células sin espacios de aire internos, sin cutícula ni estomas, y sin xilema ni floema. Por consiguiente, los filodios son incapaces de controlar la tasa de pérdida de agua de sus tejidos y se dice que son poiquilohídricos. Algunas hepáticas, como la Marchantia, tienen cutícula,[2] y los esporofitos de los musgos tienen tanto cutícula como estomas, que fueron importantes en la evolución de las plantas terrestres.
Todas las plantas terrestres tienen un ciclo de vida con un alternancia de generaciones entre un diploide esporófito y un haploide gametófito, pero en todas las plantas terrestres no vasculares la generación gametófita es dominante. En estas plantas, los esporofitos crecen desde gametófitos y dependen de estos para la absorción de agua y nutrientes minerales, y la prestación de la fotosíntesis, los productos de fotosíntesis.