Poderes universales es la expresión utilizada en Europa Occidental desde la Edad Media para referirse al Pontificado y al Imperio, por cuanto ambos se disputaban el llamado Dominium mundi (dominio del mundo, concepto ideológico con implicaciones tanto terrenales como trascendentes en un plano espiritual), y mantenían con el resto de los agentes políticos una pretensión de superioridad, cuya efectiva plasmación en la realidad fue muy desigual, dada la existencia de factores como la dispersión territorial, el bajo nivel de desarrollo técnico y productivo del modo de producción feudal y la tendencia social y política del feudalismo a la descentralización del poder. No obstante, los poderes universales pervivieron durante la Edad Moderna, aunque su inoperancia en las relaciones internacionales fue evidente desde la segunda mitad del siglo XVII. El comienzo de la Edad Contemporánea y la Revolución liberal, con las guerras napoleónicas y las unificaciones nacionales alemana e italiana, supusieron el fin efectivo del Imperio y el confinamiento territorial del Papado al Vaticano, que aun así mantuvo su capacidad de influencia en el mundo actual.