En el cristianismo, un sacramento es un signo eficaz de la gracia divina, instituido por Cristo y confiado a la Iglesia, por los cuales se realiza un acto ritual mediante el cual el creyente manifiesta su relación con Dios y es dispensada la vida divina.[1] Las diversas corrientes cristianas discrepan sobre los actos que deben considerarse sacramentos, así como sobre las formalidades de los mismos.