Totalitarismo

Entre los líderes frecuentemente acusados de gobernar regímenes totalitarios, de izquierda a derecha y de arriba a abajo en la imagen, están Iósif Stalin, secretario general del Comité Central del Partido Comunista de la Unión Soviética (1922-1952); Adolf Hitler, Führer und Reichskanzler de Alemania (1934-1945); Mao Zedong, presidente del Comité Central del Partido Comunista de la República Popular China (1945-1976); Benito Mussolini, presidente del Consejo de Ministros del Reino de Italia (1922-1943) y Duce de la República Social Italiana (1943-1945); y Kim Il-sung, líder supremo (1948-1994) y «presidente eterno» de la República Popular Democrática de Corea.

Totalitarismo es el término por el que se conoce a las ideologías, movimientos y regímenes políticos donde el Estado ejerce en la sociedad un poder «total» sin divisiones, donde no hay libertad o es muy limitada.

El término nació en el periodo de entreguerras en el seno de los fascismos para definir el régimen político que querían construir en oposición al Estado liberal («Todo dentro del Estado, nada fuera del Estado, nada contra el Estado», decía Benito Mussolini cuando hablaba del Estado totalitario; el líder nazi Joseph Goebbels afirmó en 1933: «Nuestro partido ha aspirado siempre al Estado totalitario... la meta de la revolución nacionalsocialista tiene que ser un Estado totalitario que penetre en todas las esferas de la vida pública»).[1]​ Tras la Segunda Guerra Mundial fue Hannah Arendt (The Origins of Totalitarism, 1951) la que lo propuso como categoría para definir a determinados regímenes e ideologías políticas, con especial referencia al nazismo y al estalinismo, y fueron Carl Joachim Friedrich y Zbigniew Brzezinski (Totalitarian Dictatorship and Autocracy, 1956) los que concretaron sus rasgos por oposición a la democracia liberal, dando nacimiento a la teoría del totalitarismo. Estos últimos, en el contexto de la guerra fría, consideraron al comunismo soviético como la máxima expresión del totalitarismo, en cuanto que negaba «el pluralismo social, cultural e incluso religioso de la sociedad civil».[2][1]

Los totalitarismos, o regímenes totalitarios, se diferencian de otros regímenes autocráticos por ser dirigidos por un partido político que pretende ser o se comporta en la práctica como partido único y se funde con las instituciones del Estado. Por lo general, estos regímenes exaltan la figura de un líder que tiene un poder ilimitado que alcanza todos los ámbitos y se manifiesta a través de la autoridad ejercida jerárquicamente. Impulsan un movimiento de masas en el que se pretende encuadrar a toda la sociedad (con el propósito de formar un «hombre nuevo» en una «sociedad perfecta»), y hacen uso intenso de la propaganda y de distintos mecanismos de control social y de represión como la policía secreta.[cita requerida]

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  2. Saz, Ismael (2004). Fascismo y franquismo. Valencia: Publicacions de la Universitat de València. pp. 81; 85. ISBN 84-370-5910-0. «La paradoja de las teorías de totalitarismo estriba en que ignoran lo que los fascistas entendían por totalitarismo y lo proyectan hacia el comunismo soviético. De este modo el totalitarismo termina por no definir más que a esta última experiendia... En consecuencia, es fácil llegar a la conclusión de que ni fascistas ni nazis eran completamente totalitarios».