Vida eterna se refiere tradicionalmente a la continuación de la vida después de la muerte, tal como se esboza en la escatología cristiana. El Credo de los Apóstoles testifica: Creo... en la resurrección de la carne y en la vida eterna. Según este punto de vista, la vida eterna comienza tras la Segunda venida de Jesús y la resurrección de los muertos, aunque en la literatura joánica del Nuevo Testamento hay referencias a que la vida eterna comienza en la vida terrenal del creyente, lo que posiblemente indica una escatología inaugurada.
Según la teología cristiana dominante, después de la muerte pero antes de la Segunda Venida, los salvados viven con Dios en un estado intermedio, pero después de la Segunda Venida, experimentan la resurrección física de los muertos y la recreación física de una Tierra Nueva. El Catecismo de la Iglesia Católica afirma:
Por la muerte el alma se separa del cuerpo, pero en la resurrección Dios dará vida incorruptible a nuestro cuerpo, transformado por la reunión con nuestra alma. Así como Cristo ha resucitado y vive para siempre, así todos nosotros resucitaremos en el último día.[1]
N.T. Wright sostiene que "el plan de Dios no es abandonar este mundo... Más bien, tiene la intención de rehacerlo. Y cuando lo haga, resucitará a todas las personas a una nueva vida corporal para vivir en él. Ésa es la promesa del evangelio cristiano."[2]
En los Evangelios Sinópticos y en las Cartas paulinas, la vida eterna se considera generalmente como una experiencia futura, pero el Evangelio de Juan difiere de ellos en su énfasis en la vida eterna como una "posesión presente".[3][4] Raymond E. Brown señala que en los evangelios sinópticos la vida eterna es algo que se recibe en el juicio final, o en una edad futura (Marcos 10: 30, Mateo 18:8-9) pero el Evangelio de Juan posiciona la vida eterna como una posibilidad presente, como en Juan 5:24.[5]
Así, a diferencia de los sinópticos, en el Evangelio de Juan la vida eterna no es sólo futurista, sino que pertenece al presente.[6][3][4] En Juan, los que aceptan a Cristo pueden poseer la vida "aquí y ahora", así como en la eternidad, pues han "pasado de muerte a vida", como en Juan 5:24: "El que oye mi palabra, y cree al que me envió, tiene vida eterna, y no viene a juicio, sino que ha pasado de muerte a vida. "[7] En Juan, el propósito de la encarnación, muerte, resurrección y glorificación de La Palabra era proporcionar vida eterna a la humanidad.[6]
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